RELACIONES YOGOUR

Tengo una frase, un pensamiento mío que dice así:

"Nadie vale una vida, te lo digo yo que he vivido varias"

Tantas como compañeras de viaje obviamente.

Cuando iniciamos una relación, por lógica y por coherencia con lo que siente el corazón, nuestra ilusión y el compromiso que nos fijamos, desbordados por el amor, es que esta relación sea única, especial y eterna.
Está bien, es bueno y sano pensar de esa forma, debe ser así, lo demás para mi no es aceptable.
Lo que ocurre es que los modos de vida y de relacionarnos cambian y por efecto las personas cambiamos.
En general hombres y mujeres ya no "aguantamos tanto", nos creemos mas autosuficientes, somos más libres de mente y con menos prejuicios y ante el hecho de que la relación ya no nos llene plenamente nos planteamos ponerle fin. No hemos venido a este mundo para sufrir ni tampoco para esclavizar sentimentalmente a nadie.
Hasta aquí todo correcto diría yo.

Lo cierto es que bien por la comodidad, el miedo a quedarnos solos, la crisis y las deudas compartidas (léase hipotecas) o la desidia de "si ya estoy bien así, más vale malo conocido... si al final tod@s son iguales" etc. lo cierto decía, es que están proliferando las que yo denomino RELACIONES YOGUR.

Yo pienso, por mi propia experiencia, que todas las relaciones tienen fecha de caducidad, exacto como el yogur, bueno quizá por un periodo mucho más amplio de "consumición", pero caducan Lectores, caducan. Y lo que es peor a veces las seguimos consumiendo caducadas, por no "tirarlas" cuando ya carecen de "nutrientes", cuando ya no hay amor.

A veces continuamos vegetando, dando vueltas sin ilusión, no sabemos que nos pasa pero sentimos que algo ya no va como al principio y convendría hacerse algunas preguntas como estas:

¿Estás dando más de lo que recibes en tu relación? ¿Te llena/compensa tu situación? o ¿Te sientes por debajo de tu pareja?

Sin duda somos libres de actuar como queramos, pero ciertas personas eligen estar bajo el dominio de otras, otorgándoles el poder de manipularlas, controlarlas, dominarlas y afectarlas negativamente. Realmente somos nosotros mismos los que concedemos el poder a la otra persona para que nos afecte.
Es interesante reflexionar sobre cómo pueden algunas personas tener tanta influencia negativa sobre otras… Tal vez sea porque hemos aprendido a vivir a través o en función de otros que no somos nosotros o, simplemente, porque estamos necesitados del afecto, la compañía, el reconocimiento o el recurso
que creemos sólo ellos pueden darnos. Es entonces cuando les permitimos, sin ser conscientes del todo, que nos utilicen. La mayoría de las personas son más amables con los extraños que con los seres queridos. Esto necesitamos cambiarlo.

Recordemos que somos nosotros los que les enseñamos a otros cómo es que van a tratarnos, y a veces (muchas veces) hay que saber decir NO.
Lo más importante es tomar conciencia de que las relaciones, en especial con las personas que amamos, deben basarse en la reciprocidad, en el respeto, en la consideración y en el aprecio a lo que entregamos y recibimos, sin permitir que la búsqueda de nuestra comodidad nos lleve a ignorar el deseo, la necesidad y el derecho que tienen los que con frecuencia nos complacen al recibir nuestros favores, atenciones, detalles y gestos amables.

Si las respuestas a estas preguntas muestran que el desequilibro existe, hay que ser coherentes de la misma forma y fijar una fecha y un formato de salida.
No hay que sufrir en vano.

Sin duda después rebobinando nos demos cuenta de lo que pasó, en que fallamos para que el compromiso, la complicidad y el amor desaparecieran.
Quizá ese análisis nos servirá para aprender de errores, para ser mas receptivos y mas transigentes, pero seguramente ya no sea válido para esa relación "en curso", esa se acabó.

Múltiples cuestiones, múltiples respuestas, no seré yo quien acuesta a nadie en el diván, porque cada uno sabe de su vida y de lo que siente y debería ser capaz de resolver estas situaciones. Quizá yo esté echado en él en este momento porque como decía al principio... "nadie vale una vida..."